
Creencias y Espiritualidad. Cuando la fe se convierte en un impulso para la acción.
La pandemia por COVID-19 nos ha situado ante un desafío mundial sin precedentes, que afecta a todas las comunidades de fe del mundo. La vida cotidiana y los sistemas, el trabajo que llevan adelante las diferentes profesiones de fe en materia de educación, recreación y otro tipo de actividades, se han visto afectadas, pero han buscado alternativas para cumplir con sus propósitos.
Para el Dr. Tony Vázquez, Teólogo y Máster en Estudios Transculturales, “el COVID-19 vino a perturbar al mundo. Este virus no respeta fronteras, creencias ni religiones, trajo miedo, muerte, sufrimiento, pobreza, incertidumbre y mucho más. En medio de esta pandemia, unos buscan respuestas en las creencias que profesan, mientras todos -sin excepción-, vivimos esta experiencia con sufrimiento en diferentes grados, por quienes estamos llamados a ayudar de manera intencional.
Latinoamérica se caracteriza por ser un continente multicultural y multirracial y por consiguiente, plurireligioso. En diferente medida, las religiones mayoritarias y minoritarias han sido afectadas por la pandemia. Los templos católicos, evangélicos, salones del reino, sinagogas y mezquitas están cerrados. Tampoco pueden salir a la calle a realizar las actividades que hacían habitualmente, tales como la entrega de información, viajes misioneros, visitas casa a casa y obras sociales.
Esto ha generado que muchos participen de sus reuniones bajo plataformas digitales con el propósito de mantenerse conectados con sus fieles, promoviendo la realización de oraciones o rezos en las casas con sus familias, cómo también cantos corales vía streaming.
Entre algunas situaciones particulares cabe mencionar que, tanto para el cristianismo católico como para el protestante, durante la pasada Semana Santa, se cancelaron en todos los países las acostumbradas celebraciones en memoria de la muerte y resurrección de Jesús.
Para los musulmanes, alguno de los inconvenientes obligó a la cancelación de las peregrinaciones a la Meca desde cualquier país; también sus rituales fúnebres han sido cambiados, en virtud que no pueden practicar el lavado y amortajamiento del cadáver como es su costumbre. Por lo tanto, en algunos países han declarado a los fallecidos como “mártires” puesto que ellos ya son considerados limpios y no necesitan ninguna ceremonia previa de purificación.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y Religiones por la Paz, están uniendo sus fuerzas para poner en marcha una iniciativa mundial interconfesional llamada “Fe en acción” contra la pandemia del COVID-19, con el fin de concientizar a la población respecto de las repercusiones que genera esta pandemia sobre los ciudadanos más jóvenes del mundo, ya que uno de los sectores severamente afectado son los niños y niñas, en virtud que durante la pandemia ha aumentado el abuso infantil y el número de huérfanos.
Existen altos niveles de angustia emocional por el cierre de las escuelas, lo cual genera la necesidad de ofrecer apoyo económico y material a los hogares más afectados por la pérdida de ingresos y las tensiones resultantes.
Esta iniciativa hace un llamamiento a todas las comunidades del mundo, junto con los Gobiernos, las entidades de las Naciones Unidas y las organizaciones de la sociedad civil en general, para que unan sus fuerzas con el fin de:
- Adaptar las reuniones y servicios religiosos de conformidad a la Guía de la OMS sobre reuniones religiosas multitudinarias, entierros y rituales, para cumplir con la orientación de las autoridades sanitarias internacionales.
- Promover un mayor enfoque en la higiene y el saneamiento de acuerdo con las enseñanzas religiosas y los textos sagrados que hacen hincapié en la limpieza como un elemento de santidad.
- Escuchar a los niños y las familias mediante espacios organizados para el diálogo en línea, los medios de comunicación y, en los casos autorizados, la promoción de casa en casa, así como en foros de grupos reducidos (manteniendo la distancia).
- Persuadir en favor de la fe y en el compromiso más amplio de la comunidad para que sirvan de base a las respuestas locales, así como la elaboración de políticas y programas nacionales.
- Contrarrestar y neutralizar todas las formas de estigmatización y discriminación asociadas a la transmisión del virus mediante la promoción enfática de actitudes y comportamientos para defender la dignidad y los derechos de todas las personas.
Por otra parte, el alto representante de la Alianza de Civilizaciones de la ONU, Miguel Moratinos, compartió el llamado del Secretario General a la solidaridad mundial, subrayando la necesidad de considerar a las poblaciones vulnerables y las comunidades marginadas, así como el creciente estigma y el discurso de odio. “En las crisis que alteran la vida, cuando las personas están desesperadas y desarraigadas de sus vidas, la fe a menudo ha sido su ancla y el lugar al que acuden para consolarse y esperanzarse”, sostuvo, y agregó: “aquí es donde entra a jugar el papel de los líderes religiosos”.
Moratinos explicó que “los actores religiosos están profundamente arraigados en las comunidades a las que sirven y que a menudo son los primeros en responder”, diciendo: “fue alentador ver cuántos líderes y comunidades de fe actuaron rápidamente y se colocaron en la primera línea brindando servicios valiosos a sus comunidades”.[i]
El rabino Arthur Schneier, de la Sinagoga Park East en Nueva York, y embajador ante la Alianza de Civilizaciones, miró más allá de la pandemia y recordó que “cada crisis y conflicto llega a su fin” y haciendo alusión a la tragedia del holocausto judío remarcó: “Con fe, oración y acción podemos construir un futuro más brillante para nuestros hijos, un mundo de paz, amor y amabilidad”.
Ciertamente, cuando cada país de forma paulatina vaya regresando a la nueva normalidad, las diferentes religiones alrededor del mundo tendrán que hacer ajustes de acuerdo con la nueva realidad, antes de reiniciar sus actividades cotidianas.
Hoy más que nunca donde cada sector de la sociedad es golpeado con consecuencias planetarias, los líderes religiosos desempeñan un papel clave en la preservación de la humanidad y en la construcción de una sociedad más inclusiva, cohesiva, segura, resistente y unida. Al tiempo que todos somos llamados a la hermandad, a realizar acciones unificadas y responsables, por el bien de la humanidad.
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